La casa.
Entonces pensamos huecos en la tierra
para introducir hierro, piedra y arena.
Pilotes profundos.
Vigas de fundación.
Trozos de metal.
Dibujamos a mano alzada
(en papeles arrugados) (en el ómnibus)
balcones o ventanales
que buscaban nuestra propia luz.
Esbozamos tímidos,
(sonriendo para adentro)
siluetas de niños gateando
en la cocina de papel, inexistente aún.
Discutimos largamente
(en noches cerradas)
cómo edificarla.
Y un día, la casa,
(bruscamente)
fue una realidad.
Habitaciones como dedos
que intentaban hacer visible lo invisible,
ese entramado hermoso y perverso de nosotros mismos
esa constante creación y ruptura de diálogos.
* * *
Aquella noche ingresé
(por primera vez)
dentro de la casa,
sobre un piso de cartones viejos,
de aserrín húmedo,
de aroma de alquitrán y gas,
y la casa y yo fuimos sorprendidos
con esa sorpresa mutua
que una mujer y un hombre tienen
cuando él se introduce
(por primera vez)
dentro de ella.