miércoles, 9 de abril de 2008

La casa.

Entonces pensamos huecos en la tierra
para introducir hierro, piedra y arena.

Pilotes profundos.
Vigas de fundación.
Trozos de metal.

Dibujamos a mano alzada
(en papeles arrugados) (en el ómnibus)
balcones o ventanales
que buscaban nuestra propia luz.

Esbozamos tímidos,
(sonriendo para adentro)
siluetas de niños gateando
en la cocina de papel, inexistente aún.

Discutimos largamente
(en noches cerradas)
cómo edificarla.

Y un día, la casa,
(bruscamente)
fue una realidad.

Habitaciones como dedos
que intentaban hacer visible lo invisible,
ese entramado hermoso y perverso de nosotros mismos
esa constante creación y ruptura de diálogos.


* * *

Aquella noche ingresé
(por primera vez)
dentro de la casa,
sobre un piso de cartones viejos,
de aserrín húmedo,
de aroma de alquitrán y gas,

y la casa y yo fuimos sorprendidos

con esa sorpresa mutua
que una mujer y un hombre tienen
cuando él se introduce
(por primera vez)
dentro de ella.

Leer más...