sábado, 6 de enero de 2007

Mientras tanto

Están al acecho las palabras
       que se fugaron
del libro de la soledad.

También las otras,
       las que se ausentan
al ser contempladas,
o las que acompañan una voz
       hacia la desmesura del desierto.

La aridez del paisaje
       adquiere espesura
en esa boca sedienta
que bebe su propia saliva
              antes de zozobrar.

Entonces retornan más palabras,
las que no calman al desesperado
       ni se arrojan
sobre espacios desconocidos.

Ellas abren paréntesis
donde quepa el desafío
de nombrar este legado,
       esta ventana abierta
dentro del muro de cal
que otros han construido
       para almacenar temores.

Aquí nadie sobrevive.
Aquí acechan palabras de agua.
Aquí nunca lloverá.
Aquí no hay aquí que resista.

Y sin embargo
aún hablan los fantasmas,
       las huellas de otras esperanzas,
los vestigios de una plegaria atendida
       y el agotamiento que los cuerpos amados
despliegan hacia lo impensable,
       donde lo añil se torna visionario
en la luz de esta noche.

Y la noche cabe
       entre esas palabras que acechan
al fugarse del libro de la soledad.

Y cabe la añoranza
              del sueño que sueña palabras balbuceadas
entre los labios del viento.

Y es acunada esa añoranza
              por esta alucinada naturaleza
que devora aquellas palabras fugitivas,
las atesora,
       las guarda en una caja
que se abre
       (por los labios del viento)
y son diseminadas por doquier
       hasta que otros labios,
en el vórtice del delirio,
       logra plasmar en una tela blanca
la imagen inmóvil
       de quien ya no espera.

Él es el libro de la soledad.

Él respira palabras de agua
       hasta que la transparencia
las fuga hacia otro mundo,
       hacia la imagen inmóvil
que es espejo de su rostro.

También la soledad se ha fugado
       del rostro.

Allí no hay quien diga yo.
Allí no habrá lenguaje.
Allí hay páramo
       que se devora a sí mismo
sin propósito y sin conclusión.
Allí es cementerio de palabras.


El epitafio emana de los labios
       del viento:
hálito vital que contiene
       el silencio inaugural
de cada palabra
       antes de nacer.

Para parir un poema
       es necesaria la sangre derramada
desde el tajo que abre
       incesantemente
las páginas veladas
       al entendimiento
mientras las nubes siguen su tránsito
              hacia ninguna morada.

--[por Mariano99]

1 comentario:

Diego dijo...

Mariano, van algunas 'asociaciones' con tu texto.
saludos.
.............................

Están al acecho las palabras
que se fugaron
del libro de la soledad.

/ interesante, la idea de acecho...,
/la idea de vincular las palabras
/con la soledad como un contrasentido
/fuerte recorre mucho de nuestra historia...
/sin embargo aquí no suena en tono menor.

También las otras,
las que se ausentan
al ser contempladas,
o las que acompañan una voz
hacia la desmesura del desierto.

/La palabra "desmesura" tira abajo el texto...
/no le agrega mucho a "desierto"...
/por otro lado la utilizás bastante en tus textos...
/y al leerla por tercera vez parece excesiva.

La aridez del paisaje
adquiere espesura

/demasiado cerca de "desmesura"
/parece un ''cantito'' que le resta.

en esa boca sedienta
que bebe su propia saliva /bueno: logrado, sensible, corporal.
antes de zozobrar.

Entonces retornan más palabras,
las que no calman al desesperado /si la boca bebe su propia saliva, no es porque hay un miedo íntimo?
ni se arrojan
sobre espacios desconocidos.

Ellas abren paréntesis
donde quepa el desafío
de nombrar este legado, /es interesante que el acto de nombrar una herencia sea un desafío... logrado.

esta ventana abierta
dentro del muro de cal /gráfico, inesperado lo del muro de cal. visible. bueno.
que otros han construido
para almacenar temores.

Aquí nadie sobrevive.
Aquí acechan palabras de agua.
Aquí nunca lloverá.
Aquí no hay aquí que resista.
/afirmaciones tajantes, vuelve sobre las palabras...
/ahora de agua y nunca llueve.
/quizás con algo de poda sonaría mejor.

Y sin embargo
aún hablan los fantasmas, /algo visto.
las huellas de otras esperanzas,
los vestigios de una plegaria atendida /algo esperable.
y el agotamiento que los cuerpos amados
despliegan hacia lo impensable,
donde lo añil se torna visionario /logrado, el cruce de sensación con idea.
en la luz de esta noche.
/la luz de la noche... fijate si no es algo demasiado previsible...

Y la noche cabe
entre esas palabras que acechan
al fugarse del libro de la soledad.
/esta repeticion.

Y cabe la añoranza
del sueño que sueña palabras balbuceadas
entre los labios del viento.

Y es acunada esa añoranza
por esta alucinada naturaleza /fuerte la imagen, muy buena!
que devora aquellas palabras fugitivas,
las atesora,
las guarda en una caja
que se abre
(por los labios del viento) /buena imagen
y son diseminadas por doquier
hasta que otros labios,
en el vórtice del delirio,
logra plasmar en una tela blanca
la imagen inmóvil
de quien ya no espera.

Él es el libro de la soledad.

Él respira palabras de agua /interesante
hasta que la transparencia
las fuga hacia otro mundo,
hacia la imagen inmóvil
que es espejo de su rostro.

También la soledad se ha fugado
del rostro. /interesante.

Allí no hay quien diga yo. /fuerte
Allí no habrá lenguaje. /bueno
Allí hay páramo
que se devora a sí mismo /algo forzado...
sin propósito y sin conclusión.
Allí es cementerio de palabras. /esta insistencia le resta al poema.


El epitafio emana de los labios
del viento:
hálito vital que contiene
el silencio inaugural /algo ya visto...
de cada palabra
antes de nacer.

Para parir un poema /esperable.
es necesaria la sangre derramada
desde el tajo que abre
incesantemente
las páginas veladas
al entendimiento
mientras las nubes siguen su tránsito
hacia ninguna morada.


/un poema valioso. al final decae,
/y suena demasiado explicativo,
/a ratos, repetitivo sin agregar sentido
/como si quisieras que el lector
/no pueda irse del camino que le marcás
/no entienda exactamente lo que quisieras.
/me suena que con una poda, el texto levantaría.