jueves, 5 de abril de 2007

Lo de Laura

Me llamaron para contarme lo de Laura
de cómo ella se marchó al Sur con el mapuche,
y dejó Medicina.
Me contaron que en Senillosa, empezó a curar sin título
que la metieron en cana y no la pasó bien

Me decían que Laura no aprendía o no quería aprender
que el morocho la cuerneaba mal
que le hizo los dos hijos
que se fue rojo de vino de un portazo
no sin antes bajarle un par de dientes
y que nadie la quería tener cerca

No era cierto lo de la merka,
Nada de borracheras falsas
entre hombres ambiguos.

Al contrario:
una perra parida para cuidar sus chicos.

Su cuerpo se deformó, (o formó)
Laura, justo Laura,
que era línea femenina
mecida por ríos internos.
Se convierte su cuerpo en un vientre musculoso,
en piernas como bronces tañidos diariamente
en un soldado de la maternidad y el pequeño agro
del cuchillo al cinto y la trenza larga de día.
(Se coloca un cuero por sombrero)
del par de horas peinándose,
como las abuelas indias,
(vos que eras tan rubia)
Del alba entre la escarcha del valle,
de la nieve y el braserito con carbón y el monóxido
De la pava hirviendo en invierno
tirándole el chorro de agua caliente
sobre el caño de agua congelado...

Imaginen la [ex]combatiente
ahora con pollera ajada
cabello dispar
arrugas increíbles
y pecho de cartón,

carajo imagínenla:
Laura ya es abuela,
un hijo infame, un mafioso muerto.
Pero aparecen sus nietos,
sus hermosos nietos,
como ameba que estira nietos en vez de dedos blandos,

nietos que mañana pueden derramar vinagre sobre tus llagas
o extraer la mecha de una molotov, y vaciarla.

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